Me encantan las conversaciones de circunstancias. Esas que surgen cuando estás en un bar pasándotelo bien y aparece ese personaje que hace meses que no veías, ese tío al que no soportas, aquél que te presentaron una sola vez. Son las de tipo:
- Hola
- Hola, ¿qué tal?
- Pues nada, aquí.
- Muy bien.
- ¿Y tú, cómo por aquí?
- Pues nada, que he venido. Y eso.
- Genial.
- Si.
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
- Ok, hasta luego.
- Adiós guapo.
Obsérvese que estas conversaciones están plagadas de ingenio y cultura, sensibilidad y sincera preocupación por lo que piensa el otro. Ni Saramago lo habría resuelto mejor.
¿Pero qué pensarán cuando están realizando semejante esfuerzo comunicativo?
Pongámonos en el pensamiento de uno de ellos.
(¡Anda quién viene por ahí!, la loca esta. Voy a fingir un desmayo... ¡Ay! que ya está aquí).
- Hola
- Hola, ¿qué tal?
(Pues bien hasta que te he visto hija)
- Pues nada, aquí.
- Muy bien.
(Ya estamos nominados al Novel de la creatividad comunicativa, ya verás)
- ¿Y tú, cómo por aquí?
- Pues nada, que he venido. Y eso.
(Si me ves todas las semanas aquí metío, ¿pa qué preguntas?)
- Genial.
- Si.
(Guay, chupi... ¿Dónde estarán los terremotos cuando uno los necesita?)
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
(¿Pero por qué no se toma las pastillas antes de salir de su casa?)
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
(Antes rompo el móvil. Y anda, mírate a un espejo que vas hecha una mamarracha).
- Ok, hasta luego.
- Adiós guapo.
(Anda tira, Y a ver si eres capaz de salir por la puerta, que con el culo que has echado van a tener que hacer un boquete).
Ahora veamos lo que podría pensar el otro.
- Hola.
(¿Y quién es éste? ¿Me lo habré follado? Espero que no, es horroroso).
- Hola, ¿qué tal?
- Pues nada, aquí.
(¡Ay, mira! está aquí, qué gracioso; cuánto bien hizo Coco y sus lecciones de ubicuidad).
- Muy bien.
- ¿Y tú, cómo por aquí?
(¡Toma ya! Pues zorreando, como tú).
- Pues nada, que he venido. Y eso.
- Genial.
(Sí, como la conversación. Otra estupidez más y te tragas la equis que llevas colgada del cuello... ¡ay no, espera, si es un Cristo!).
- Sí.
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
(Tengo que acordarme mañana de llamar a CCC y que pongan el curso de "Conversar sin necesidad de cerebro"; éste se lo saca en dos tardes).
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
(Antes me saco los ojos)
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
- Ok, hasta luego.
(¿Y éste qué hace con las neuronas que no utiliza? ¿Las guarda en un tapper?
- Adiós guapo.
Pero en fin, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Roberto
- Hola
- Hola, ¿qué tal?
- Pues nada, aquí.
- Muy bien.
- ¿Y tú, cómo por aquí?
- Pues nada, que he venido. Y eso.
- Genial.
- Si.
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
- Ok, hasta luego.
- Adiós guapo.
Obsérvese que estas conversaciones están plagadas de ingenio y cultura, sensibilidad y sincera preocupación por lo que piensa el otro. Ni Saramago lo habría resuelto mejor.
¿Pero qué pensarán cuando están realizando semejante esfuerzo comunicativo?
Pongámonos en el pensamiento de uno de ellos.
(¡Anda quién viene por ahí!, la loca esta. Voy a fingir un desmayo... ¡Ay! que ya está aquí).
- Hola
- Hola, ¿qué tal?
(Pues bien hasta que te he visto hija)
- Pues nada, aquí.
- Muy bien.
(Ya estamos nominados al Novel de la creatividad comunicativa, ya verás)
- ¿Y tú, cómo por aquí?
- Pues nada, que he venido. Y eso.
(Si me ves todas las semanas aquí metío, ¿pa qué preguntas?)
- Genial.
- Si.
(Guay, chupi... ¿Dónde estarán los terremotos cuando uno los necesita?)
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
(¿Pero por qué no se toma las pastillas antes de salir de su casa?)
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
(Antes rompo el móvil. Y anda, mírate a un espejo que vas hecha una mamarracha).
- Ok, hasta luego.
- Adiós guapo.
(Anda tira, Y a ver si eres capaz de salir por la puerta, que con el culo que has echado van a tener que hacer un boquete).
Ahora veamos lo que podría pensar el otro.
- Hola.
(¿Y quién es éste? ¿Me lo habré follado? Espero que no, es horroroso).
- Hola, ¿qué tal?
- Pues nada, aquí.
(¡Ay, mira! está aquí, qué gracioso; cuánto bien hizo Coco y sus lecciones de ubicuidad).
- Muy bien.
- ¿Y tú, cómo por aquí?
(¡Toma ya! Pues zorreando, como tú).
- Pues nada, que he venido. Y eso.
- Genial.
(Sí, como la conversación. Otra estupidez más y te tragas la equis que llevas colgada del cuello... ¡ay no, espera, si es un Cristo!).
- Sí.
- Bueno... hoy hay mucha gente... para la hora que es.
(Tengo que acordarme mañana de llamar a CCC y que pongan el curso de "Conversar sin necesidad de cerebro"; éste se lo saca en dos tardes).
- Es cierto, no me había fijado, pero ahora que lo dices... hay mucha gente, sí.
- Bueno, a ver si nos vemos algún día.
(Antes me saco los ojos)
- De acuerdo, ya nos llamamos y eso.
- Ok, hasta luego.
(¿Y éste qué hace con las neuronas que no utiliza? ¿Las guarda en un tapper?
- Adiós guapo.
Pero en fin, quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
Roberto